Texto seleccionado de septiembre (taller de los martes)

Cinco de cinco

Soraya Herrera

La casa de mi mamá nació alborotada y pachanguera. Ella sabe poco de silencio, de voces bajas y secretos, aunque si es preciso les cede algún rinconcito. Su cocina no conoce de mesura o de dietas, tampoco las palabras «poquito» o «chiquito». Sus paredes invitan a cantar, gritar, tomar, comer, reír o llorar sin filtros ni vergüenzas. Toda ella honra al pasado adueñándose del presente y abriéndose entusiasta al futuro en un constante fluir que la mantiene vital y palpitante.

Es un alegre camaleón que ha sabido sobrevivir su paulatino vaciamiento gracias a su capacidad para cambiar de color. Aunque regreso siempre a la misma dirección donde me abrazan los mismos cuadros, los mismos relojes, el mismo espíritu, los cambios han sido tan dramáticos que ya no es más aquella casona que mi padre proyectara para una familia de seis, sino tres pintorescos departamentos. Mi mamá ocupa la planta baja, es dueña y señora de la sala de cien metros cuadrados y la cocina de setenta que le dan la seguridad de seguir recibiendo a sus hijas, familia y amigos sin escatimar en cupos.

Esa primera mañana bajé las escaleras a oscuras y en silencio rumbo a mi primera taza de café. La emoción de estar de este lado del mundo y la diferencia horaria entre Uruguay y México atropellaron la posibilidad de dormir a mis anchas. Atravesé la sala en puntitas de pie, cuidadosa de no despertar a mi embarazada hermana que dormía enredada a su esposo en un futón. La casa entera se había convertido en un campamento y el hospitalario dicho de mi mamá, «de pared a pared todo es cama», era una tangible realidad. A esas horas reinaba una frágil quietud, la que se haría añicos ni bien se despertara el siguiente dormilón y se desatara la cadena hasta alcanzar el volumen esperado para estas ocasiones.

No pasó demasiado tiempo hasta que todos estuvimos en la cocina. La barra tan generosa le daba albergue a los fuegos y a cuanto quisiera rodearla para cocinar recuerdos o compartir proyectos. Las cazuelas en las hornallas gorgoteaban alegres imitando el cacareo de tanta mujer junta. La emoción que nos provocaba el logro de haber coincidido tres de las cuatro hermanas, y que al encuentro se hubieran sumado mi tía y mi prima, nos tenía en permanente alboroto. Hacía ya años que nos habíamos desperdigado por el mundo y coincidir se volvía cada vez más difícil: tres cuartas partes era un número exitoso. Endy, único representante adulto del género masculino, lucía orgulloso como ninguno el mandil a cuadritos de mi madre y los cuatro varoncitos menores de cinco años nos mantenían sin descanso con un ojo al gato y otro al garabato; su sola presencia era el presagio de que la era del matriarcado podría estar tomando rumbos diferentes para la siguiente generación.

Este encuentro giraba en torno a la barriga de Lorena, una barriga que resultó muy poderosa. Ya habíamos aprendido a aceptar que no siempre se puede coincidir en los momentos importantes: Vanessa no pudo ir a mi boda, yo no pude ir a la de Lorena, Paola bautizó a sus hijos sin nosotras y la urna con las cenizas de mi papá vivió en su librero casi un año, esperando hasta que pudiéramos juntarnos para llevarlo a Chihuahua. Esta vez mi madre, que tan buen olfato tiene para las necesidades espirituales de sus hijas, supo leer que el viaje de Lorena embarazada desde Alemania tendría que coincidir con uno mío.Así, sin más, mandó un pasaje a Montevideo y se regocijó saboreando la sorpresa que les daría a mis hermanas cuando me presentara, como si nada, a la gran reunión familiar que tenía planeada por esos días. Café va, café viene, una quesadilla con aguacate por aquí, unos huevitos revueltos por allá, todas reconstruíamos la cara que había puesto Lorena el día anterior cuando me le personifiqué cual aparición divina entre un grupo de personas a las que ella iba a saludar. Cuando enfocó bien y se dio cuenta de que no era una alucinación, sus ojos se abrieron cual platos soperos, sus pasos se tambalearon para atrás, sus manos alcanzaron su boca. Pasado el susto, nos abrazamos y lloramos como si siempre nos hubiéramos llevado bien. Como si la historia de tantos años de pleitos entre hermanas no hubieran existido, como si no hubieran volado ceniceros cual armas letales entre nosotras, como si naturalmente hubiéramos tenido la certeza de que el tiempo, la distancia y lo vivido nos harían borrar las diferencias que alguna vez consideramos irreparables.

Estábamos juntas y mi mamá no podía estar más contenta. Al menos eso pensaba antes de ver pasar por la ventana una colorida figura femenina que abrió de golpe la puerta de entrada:

­ —¡Qué! ¿Ya no hay lugar para otra más?

Lorena, Paola, mi mamá, la tía Alma, la prima Lisette, Endy, las menudencias y yo pusimos los mismos ojos de platos soperos, nos tambaleamos para atrás, nos llevamos las manos a la boca y corrimos a abrazar a mi hermana Vanessa, que de alguna forma se las había ingeniado para hacerse de dos días y llegar sin aviso con un ramo de flores desde Los Ángeles . Esta vez la más sorprendida resultó ser mi mamá. La tan aficionada a regalar y desperdigar su magia por doquier no podía emitir ni un sonido, señal de que la sorpresa la había realmente rebasado. Sus ojazos verdes centellaron por largo tiempo calladitos, mirando cómo sus hijas iban sintonizando el latido de sus corazones a un solo ritmo, al ritmo de su casa.

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7 comentarios en “Texto seleccionado de septiembre (taller de los martes)

  1. Soraya , como te lo dije hace unos dias.. pude sentir los abrazos, las palabras, los llantos, los olores de la cocina , los sentimientos encontrados , esa madraza juntando a su hijas debajo de sus alas..
    Es un relato con mucha ternura , fuerza y condimentado con ese tonito mexicano que le da otro sabor.
    Es un gusto ser tu compañera en el taller .
    pd. buenisima esa foto ¡¡

  2. La foto muy buena, sí, por las modelos, pero gran parte del mérito es de «la mano invisible de la bitácora»: el diseñador Hefestos, que nos arma, procesa, selecciona y ajusta las imágenes que ilustran!
    Así que paso el chivo: visiten su portafolio en http://www.hvisual.net que tiene muy lindos sitios web.

  3. Ahh.. Marcia(na) Soraya, me encantó.
    Es todo un ir y venir. Ir y venir entre paises, entre familia, entre «te quiero» y «no tanto», entre sorpresas. Como la vida.. no?
    Te felicito por el relato, transmite cosas desde adentro, tal como los ojos verdes que centellan.

  4. Ya lo había leído en tu blog… y me sigue emocionando. Y es que, no sólo por lo bien escrito, sino porque me trae el frescor y lo caliente de México. Su maravilloso y colorido lenguaje, que tanto me enamora!! Mil gracias.

  5. Soraya que no conozco; el tema de distancias , encuentros y hermanas me llegó fuerte, muy fuerte. Reconozco mi proyección personal por similitud de historia. Admiro tu posibilidad de escribir tan «sueltamente» sobre los intrincados asuntos de las emociones. Muchas gracias . Tímidamente, te felicito

  6. Un texto colorido que revive encuentros de esos amigos o familiares que se han ido y vuelven «por un rato».Fuerte!Muy emotivo! Me encantó. Muchas gracias, espero conocerte mañana.

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